Pío xii: Perdón y reconciliación

para una paz duradera

Antonio Milla*

 

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Pius xii: Forgiveness and reconciliation

for lasting peace

 

Resumen

 

En la coyuntura actual de las negociaciones de paz de La Habana entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –farc–, este artículo estudia la actuación del Papa Pío xii en los momentos previos y durante la Segunda Guerra Mundial, y su concepto del posconflicto en términos de perdón y reconciliación que lo llevaron incluso a pedir la conmutación de la pena de muerte para criminales nazis luego del juicio de Nürnberg como único mecanismo que garantizara la reconciliación entre las partes en la construcción de una paz duradera que ha llevado a las naciones europeas antes enfrentadas, a una comunión de intereses que hoy los tiene como verdaderos Estados de bienestar.

 

Palabras clave: Pío xii; Segunda Guerra Mundial; Perdón; Reconciliación; Paz; Tratado de paz; Conflicto armado.

 

Abstract

 

In the current situation of the peace negotiations in Havana between the Government of Colombia and the Revolutionary Armed Forces of Colombia -farc-, this article examines the actions of Pope Pius xii in the moments before and during World War II, and his concept of post-conflict in terms of forgiveness and reconciliation that led him even to ask for the commutation of the death penalty for Nazi criminals after the trial of Nuremberg as the only mechanism to ensure reconciliation between the parties in building a lasting peace that has led the former warring European nations, to a communion of interests that today put them as true welfare states.

 

Keywords: Pius xii; Second World War; Forgiveness; Reconciliation; Peace; Peace treaty; Armed conflict.

 

Fecha de presentación: 11 de noviembre de 2015. Revisión: 23 de noviembre de 2015. Fecha de aceptación: 2 de diciembre de 2015.

 

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I. Introducción

 

Pío xii1 es tal vez uno de los papas más polémicos de la historia, ya que es considerado por muchos como cómplice o, al menos, defensor silencioso de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Nada más alejado de la realidad, ya que el Papa luchó incansablemente por la paz desde antes del estallido de la guerra e incluso ordenó dar refugio y alimento a judíos perseguidos en conventos y monasterios católicos para evitar su captura –incluyendo a Castengandolfo, palacio papal de verano–, cosa que le reconocen ampliamente en la comunidad judía, desde el Congreso Judío Mundial de 1945, pasando por el agradecimiento que le hiciera el gran Rabino de Jerusalén, Isaac Herzog2, “por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia”. El mismo Herzog, a quien muchos ubican como amigo cercano del papa, años después trabajaría por recuperar niños judíos albergados por la Iglesia o por familias cristianas, ayudado por Karol Jósef Wojtyla3, luego –ironías del destino– 264 Papa de la Iglesia Católica. Sin embargo, los que alegan la amistad entre Herzog y Pío xii citan en su defensa al primero diciendo

 

El pueblo de Israel nunca olvidará lo que su Santidad y sus ilustres delegados, inspirados por los principios eternos de la religión, que forman los cimientos de una verdadera civilización, hacen por nuestros infortunados hermanos y hermanas en la hora más trágica de nuestra historia, que es prueba viviente de la Divina Providencia en este mundo4. (Traducción propia).

 

Necesario se hace entonces hablar primero del papel que jugó la Iglesia en la conflagración mundial, antes de poder hablar de los alcances del Papa en los temas de perdón, reconciliación y paz.

 

II. El papel de la Iglesia en la

Segunda Guerra Mundial

 

A principios de la década de los 1930, los nazis veían en la Iglesia un obstáculo para sus planes guerreristas y de extermino, situación de la que se pueden documentar innumerables enfrentamientos entre nazis y la Iglesia desde la firma del concordato con Alemania (Reichskonkordat) el 20 de julio de 1933, plasmado en 34 artículos y paradójicamente, negociado por el entonces Cardenal Pacelli y el canciller alemán Franz von Papen5, concordato que justamente se firmó para tratar de frenar los atropellos que cometía el Reich alemán en contra de la Iglesia.

Mucho se ha hablado del concordato como si hubiera sido un pacto entre Hitler y el Papa, pero en realidad el tratado –adelantado bajo el pontificado de Pío xi6, predecesor de Pío xii– buscaba puntualmente: 1. Mantener la libertad del culto católico en Alemania (art. 1.º); 2. Mantener la vigencia de los concordatos de Baviera (1924), Prusia (1929) y Baden (1932) (art. 2.º); 3. Conservar la enseñanza de la religión católica en colegios de esa confesión, con la lógica salvedad que sólo el obispo de la diócesis donde se hallare la escuela podía nombrar al profesor de esa materia (art. 21); 4. Garantizar algún grado de protección a todas las organizaciones católicas (art. 31); y 5. La no participación en política ni pertenencia a partido alguno de sacerdotes católicos (art. 32)7.

Aquí encontramos una dualidad de Adolf Hitler8, al ser un ególatra que es probable se veía a sí mismo como una deidad, no aceptaba religión o credo alguno, pero sin embargo, a la vez –y tal vez por conveniencia–, no hacía manifiesta oposición al cristianismo, esto porque de seguro aún no se sentía lo suficientemente fuerte como para enfrentar a la Iglesia en forma abierta.

La incorporación de Alfred Rosemberg9 en la cúpula intelectual del nazismo y, más adelante, como responsable político de los territorios ocupados por Alemania en Europa Oriental, significó sentar las bases de un nacionalsocialismo antisemita y opuesto a la Iglesia católica, cosa que deja plasmada en su obra Der Mythus des 20. Jahrhunderts, autorizada por Hitler y publicada en septiembre de 1934, donde, además de pretender ser la secuela de la obra del precursor ideológico del nazismo, Houston Stewart Chamberlain10 mediante la exaltación de los alemanes puros como miembros de una raza superior, hace una durísima crítica a la Iglesia, por lo que más tarde (1934), la obra sería incluida por ésta en su índice de libros prohibidos.

Rosemberg intentó, a partir de la religión cristiana, crear una nueva a la que llamó cristianismo positivo, que no era más que una religión sectaria que buscaba imponer una fe nazi en la que convenientemente se libraba al cristianismo de sus raíces hebreas. La importancia de Rosemberg dentro del nazismo es clara, al ser procesado en Nürnberg como criminal de guerra y sentenciado a morir en la horca, cosa que en efecto sucede en octubre de 1946.

Esto deja percibir lo complicadas que fueron las relaciones entre el Vaticano y el Tercer Reich, cosa que explicaría la aparente indiferencia de la Iglesia a las atrocidades cometidas por Hitler y sus huestes, ya que décadas después del conflicto, se ha confundido la inteligencia política del que poco podía hacer en contra del aparato bélico nazi, con una mera inacción o abandono hacia sus fieles frente a los sucesos de la guerra. Acá, es interesante la opinión de Erich Hobshaw, que dice

 

Ahora bien, la posición política de la Iglesia era demasiado compleja como para poderla calificar simplemente de “colaboracionista”en ninguna parte11.

 

Que algunos como Gunther Wilhem Grass12 interpretaron como que

 

la Iglesia Católica (como instancia moral) fracasó desde el punto de vista histórico, dejó a sus creyentes en la estacada, se sometió a otros poderes, más aún, se deshizo de la ética cristiana: mientras se asesinaba, ella se refugiaba en el papel de Pilatos, practicando el lavado de manos. Además fue oportunista; se quedó al margen, por interés táctico, cuando el judío Jesucristo volvía a ser crucificado en la figura de seis millones de judíos, esta vez con modernas herramientas13.

 

Pero un análisis más detallado de la pos guerra inmediata permite inferir lo errada de la opinión de Grass, ya que se pueden encontrar innumerables testimonios de distintas organizaciones y personas que más bien exonerarían al Papa de cualquier comportamiento permisivo de las conductas nazis durante la guerra y solo tendrían muestras de gratitud hacia él por su ayuda en salvar miles de vidas (algunos dicen que cientos de miles)14.

Análoga crítica se podría aplicar a Grass, quien perteneció a las Waffen-SS, como lo indicó él mismo en entrevista al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung en 200615, si de adelantar juicios a priori se tratara.

Como muestra, léase lo que dijo Giuseppe Nathan, comisario de la Unión de Comunidades Judías Italianas:

 

Ante todo, dirigimos un reverente homenaje de gratitud al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda inteligente y concreta, sin preocuparse por los gravísimos peligros a los que se exponían16.

 

O lo dicho por A. Leo Kubowitzki, secretario general del Congreso Judío Internacional,

 

que acudió para presentar “al Santo Padre, en nombre de la Unión de las comunidades judías, su más viva gratitud por los esfuerzos de la Iglesia católica en favor de la población judía en toda Europa durante la guerra”17.

 

Véase esta referencia del jueves 29 de noviembre de 1945,

 

el Papa recibió a cerca de ochenta delegados de prófugos judíos, procedentes de varios campos de concentración en Alemania, que acudieron a manifestarle “el sumo honor de poder agradecer personalmente al Santo Padre la generosidad demostrada hacia los perseguidos durante el terrible período del nazi-fascismo”18.

 

O el mensaje de 1958, al morir el Papa Pío xii, enviado por Golda Meir:

 

Compartimos el dolor de la humanidad […] Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz”19.

 

Finalmente, ya en la actualidad, David G. Dalin, Rabino de Nueva York, hace una defensa apasionada de Pío xii:

 

La entera generación de los que han sobrevivido al Holocausto testimonia que Pío xii fue auténticamente y profundamente un “justo”.

 

[…]

 

En este sentido, el rabino de Nueva York cita un gran número de hechos, documentos, declaraciones y libros. “Pío xii fue uno de los personajes más críticos del nazismo –escribe Dalin–. De los 44 discursos que Pacelli pronunció en Alemania, entre 1917 y 1929, cuarenta denuncian los peligros de la ideología nazi emergente. En marzo de 1935, escribió una carta abierta al obispo de Colonia denominando a los nazis ‘falsos profetas con la soberbia de Lucifer’”. El mismo año, denunció, en un discurso, en Lourdes, las ideologías “poseídas por la superstición de la raza y de la sangre”.

 

Su primera encíclica Summi Pontificatus, de 1939, fue tan claramente antirracista que los aviones aliados lanzaron millares de ejemplares sobre Alemania con el fin de instigar un sentimiento antinazi20.

 

Parece que la figura del Papa Pío xii como salvador de judíos y promotor de la paz al mejor estilo del empresario Oskar Schindler21, empieza a desdibujarse muchos años después del conflicto, a raíz de la puesta en escena de la obra teatral de Rolf Hochhuth Der Stellvertreter. Ein christliches Trauerspiel (1963), en castellano traducida como El Vicario (llevada incluso al cine en 2002, dirigida por Costa Gravas) en la que se retrata un Papa al que Hitler temía, y a su vez, un Papa que no condenaba a los nazis por sus intereses comerciales y que veía en Hitler al único capaz de frenar la dominación soviética de Europa.

Acá tal vez sucede lo que sucedió con la famosa novela de Don Brown El código Da Vinci22: que la narrativa mezcla con tanta habilidad hechos y lugares de la vida real con la ficción, que muchos de los lectores asumieron como ciertas las afirmaciones pseudo históricas que se hacen a lo largo de la obra. La Iglesia sería víctima de su propio invento: el mantener en secreto los papeles de la época de la guerra, y no salir en defensa de Pío a su debido tiempo, también ayudaron a crear ese velo de duda sobre su actuación. Situación que empieza a cambiar luego que Benedicto xvi23 lo declaró venerable el 19 de diciembre de 2009.

Incluso se tejieron teorías conspirativas que indicaban que Nikita Serguéievich Khrushchev24 aprobó un plan para desprestigiar al Vaticano luego de la muerte de Pío xii, bajo la premisa de que “los muertos no se pueden defender”25, que buscaba pintar al Papa como colaboracionista nazi, esto por la férrea oposición de éste al comunismo.

Lo cierto es que Alemania tenía claro su plan de conquista, primero, el 12 de marzo de 1938 con la anexión de Austria para convertirla en una provincia del Tercer Reich (pasó de ser Österreich a ser Ostmark o marca del Este) que propicio luego la Conferencia de München con presencia de las potencias –Inglaterra, Francia, Italia y Alemania– convocada por el Canciller Británico Arthur Neville Chamberlain26, que con ingenuidad creyó que cediendo a los nazis los Sudetes y el corredor de Danzig (para conectar a Prusia con Alemania), lograría que Hitler cesara en sus reclamaciones.

De nada sirvieron estas concesiones, el 15 de marzo de 1939 –solo tres días después de la coronación del nuevo Papa Pío xii–, Alemania invadía Checoslovaquia ocupando Bohemia y Moravia, bajo la figura de “Protectorado” que, junto con Eslovaquia conformarían un Estado de papel controlado por los nazis. Esto llevó a que Inglaterra abriera los ojos a la imposibilidad de usar la diplomacia para evitar la catástrofe que se avecinaba, y Chamberlain no tuvo más remedio que advertir que si se ponía en riesgo la independencia de Polonia –la víctima evidente que seguía en la lista de Hitler–, se vería forzada a intervenir. Ya era imposible asumir la misma actitud que se tomó con la ocupación de Checoslovaquia. Benito Amilcare Andrea Mussolini27 entonces lanza a Italia a la conquista de Albania ocupándola el 7 de abril de ese año –Viernes Santo–, remplaza al rey Zog i28 y en su lugar, coloca a Víctor Manuel iii29 (ya había hecho lo mismo en 1936 al nombrarlo emperador de Etiopía). Esta acción genera que Estados Unidos intervenga, el presidente Franklin Delano Roosevelt30 envía una misiva una semana después –14 de abril– a Hitler y Mussolini. Para esto, Roosevelt buscó la ayuda del Papa, pero la respuesta que obtuvo –diciente del comportamiento del Vaticano durante la guerra– fue que la Santa Sede no creía que su intervención fuera a surtir algún efecto en Hitler, reacción premonitoria ante el discurso que pronunciara Hitler al Reichstag en respuesta a la misiva el 28 de abril siguiente.

El lector podrá determinar la utilidad de la intervención de Roosevelt en algunos apartes de las palabras de Hitler que transcribimos en extenso para que se vea el ánimo de Alemania:

 

El Presidente de los Estados Unidos […] me ha enviado un telegrama, con un singular contenido que ya conoce la Cámara. Antes de que yo recibiera ese documento, el resto del mundo ya había sido informado de su contenido […] nos ilustraron profusamente en cuanto al hecho de que este telegrama era un documento táctico muy hábil, destinado a imponer a los Estados, en los que el verdadero pueblo gobierna, la responsabilidad de las medidas bélicas adoptadas por los países plutocráticos.

 

He trabajado solamente para restaurar lo que una vez, otros destruyeron por la fuerza. He deseado sólo reparar lo que la maldad satánica y la sinrazón humanas destruyeron o demolieron. No he tomado, por tanto, ninguna medida que haya violado los derechos de los demás, sólo he restaurado en justicia lo que fue violado hace veinte años. Actualmente en el Gran Reich alemán no existe ningún territorio que no fuera desde los primeros tiempos parte de este Reich, vinculado a él o sujeto a su soberanía. Mucho antes de que el continente americano fuera descubierto –por no decir colonizado– por la gente blanca, este Reich existía, no sólo con sus fronteras actuales, sino con la adición de muchas otras regiones y provincias que desde entonces se han perdido.

 

La estrategia de Hitler es evidente: asumir un papel de víctima en el que sus acciones se justifican en la legítima defensa y además, tratando de resarcir una injusticia flagrante, los territorios separados de Alemania por el Tratado de Versalles y las durísimas compensaciones exigidas al vencido por las potencias victoriosas de la Primera Guerra Mundial. Sigamos.

 

[…]

 

El odio, la maldad y la sinrazón, fueron los antepasados intelectuales del Tratado de Versalles. Territorios y Estados con un historial que se remonta a mil años fueron arbitrariamente divididos y disueltos. Los hombres que vivieron juntos desde tiempos inmemoriales fueron desgarradoramente aislados, las condiciones económicas de su vida fueron ignoradas, mientras que los mismos pueblos se convirtieron en vencedores y vencidos, en amos que poseen todos los derechos y en esclavos que no poseen ninguno. Ese documento de Versalles ha sido, afortunadamente, puesto en blanco y negro para ser visto por las generaciones venideras, de lo contrario, habría sido considerado en el futuro como el producto de una imaginación grotesca de salvajes y corruptos. Casi 115 millones de personas fueron despojadas de su derecho a la libre autodeterminación, no por soldados victoriosos, sino por alienados políticos, y fueron arbitrariamente separados de las antiguas comunidades para formar parte de otras nuevas, sin ninguna consideración por su raza, por su origen, por el sentido común o por sus medios de vida.

 

Es claro que un tratado en el que el victorioso abusa de su posición de poder sobre el vencido inevitablemente llevará a un nuevo conflicto, si no hay reconciliación entre las partes, el sentimiento de vindicta del segundo sobre el primero estará presente y crecerá con el tiempo.

 

[…]

 

Una horda de personas totalmente estúpida e ignorante se abatió sobre la humanidad. En los distritos en los que cerca de 140 personas por kilómetro cuadrado tenían que ganarse la vida, sólo destruyeron el orden que se había construido a lo largo de casi 2.000 años de desarrollo histórico, y crearon el desorden, sin ser ellos mismos capaces o estar deseosos de resolver los problemas que enfrenta la vida comunitaria de estas personas porque, además, los dictadores que impusieron el nuevo orden mundial, debieron asumir en ese momento su responsabilidad.

 

Sin embargo, cuando ese nuevo orden mundial se convirtió en una catástrofe, los dictadores de la paz democrática, americanos y europeos por igual, fueron tan cobardes que ninguno de ellos se atrevió a aceptar la responsabilidad por lo ocurrido. Cada uno le echó la culpa a los demás, tratando de ese modo, salvarse de la sentencia de la historia. Sin embargo, los pueblos que fueron maltratados por su odio y sinrazón, por desgracia, no estaban en condiciones de escapar de quienes los perjudicaron.

 

Hitler hábilmente manipula la humillación del pueblo alemán y culpa por igual a Estados Unidos y sus socios europeos de la catástrofe en la que sumieron a Alemania terminada la guerra. Así, disfraza sus planes de conquista con la mera recuperación de territorios que por miles de años se acomodaron a una división perfecta y natural que fue perturbada por los que impusieron el Tratado de Versalles.

 

[…]

 

Por otra parte, yo conozco a mi gente y confío en ellos. No queremos nada que antes no nos perteneciera y por nuestra parte nunca robaremos la propiedad de ningún Estado, pero el que crea que es capaz de atacar a Alemania, se encontrará frente a una medida de fuerza y resistencia, que en comparación, lo ocurrido en 1914 es insignificante.

 

[…]

 

El Sr. Roosevelt afirma que el mundo está simplemente dirigiéndose hacia el momento en que esa situación terminará en una catástrofe a menos que se encuentre una forma racional de conducir los acontecimientos.

 

También declara que he afirmado reiteradamente que yo y el pueblo alemán no tenemos ningún deseo de ir a la guerra y que si eso es verdad no habrá necesidad de una guerra.

 

Respondo: Quisiera señalar en primer lugar, que no he promovido ninguna guerra; en segundo lugar, que durante años he expresado mi horror hacia la guerra y, no menos, de los belicistas, y, en tercer lugar, que no sé, con qué propósito, podría estar yo promoviendo una guerra.

 

[…]

 

El Presidente de los Estados Unidos cree que a las salas de conferencias, como a una corte de justicia, es necesario que ambas partes ingresen con buena fe, asumiendo que la justicia sustancial beneficiará a ambas partes.

 

Respondo: los representantes de Alemania no volverán a entrar en una conferencia que para ellos sea un tribunal. Porque ¿quién va a ser el juez? En una conferencia no hay acusados ni fiscales, sino dos partes contendientes. Si el sentido común no logra un arreglo entre esas dos partes, nunca se someterán al veredicto de otros poderes cuyos intereses son totalmente ajenos a los suyos.

 

Dicho sea de paso, Estados Unidos se negó a entrar en la Liga de las Naciones para no convertirse en la víctima de un tribunal, que podría, por la simple mayoría de votos, emitir un veredicto adverso a sus intereses particulares. Pero estaría muy agradecido al presidente Roosevelt si pudiera explicarle al mundo cómo debería ser un nuevo Tribunal Internacional de Justicia.

¿Quiénes son los jueces en su lista? ¿De acuerdo con qué procedimiento y cómo se seleccionarán? ¿Con qué responsabilidad se comportarán? Y sobre todo, ¿ante quién se harán responsables de sus decisiones?

 

Aquí desconoce la competencia de los foros internacionales como mecanismo de solución de controversias porque considera que son ajenos a las realidades del destino de los pueblos sobre los cuales están tomando decisiones.

 

Aunque la población de su país es sólo un tercio mayor que la de la Gran Alemania, tiene más de quince veces más espacio. Y usted tiene tiempo y ocio –en la misma enorme escala como usted la tiene en todo lo demás– para dedicar su atención a los problemas mundiales. Su mundo es muy pequeño, sin duda, por lo que usted cree que su esfera de intervención puede ser útil y eficaz en todas partes. De esta manera, por lo tanto, su preocupación y sus sugerencias abarcan un campo más grande y más amplio que el mío31.

 

Fácil es entonces entender por qué Pío xii consideraba, tal vez interpretando mejor la realidad que Roosevelt, que la razón poco tenía que hacer en evitar el conflicto. Sin embargo, en un último esfuerzo, el Papa intentó convocar a una nueva conferencia de paz, ya que era consciente que la inminente invasión a Polonia, primero, no iba a ser aceptada por el mundo como sucedió con Checoslovaquia, y segundo, Polonia iba a defenderse, Alemania la iba a arrasar, y esto desencadenaría el inicio de la nueva conflagración mundial.

Así, con el apoyo de Mussolini, el 3 de mayo de 1939 le ordenó a su Secretario de Estado –el Cardenal Luigi Maglione32– solicitar a sus representantes en Francia, Alemania, Gran Bretaña y Polonia invitar a las potencias –sumada Italia por supuesto– a una conferencia de paz. Todos los convocados sin excepción, declinaron por distintas razones la invitación, con lo que Pío trató más bien de promover acercamientos directos entre Alemania y Polonia y Francia e Italia para tratar de resolver las tensiones por la vía pacífica. Pero ya nada se podía hacer, Alemania negociaba en secreto con Rusia, Polonia y Rumania confiaban en la protección de Gran Bretaña y Francia, Alemania firmaba con Italia el que se conoció como el Pacto de Acero33… los dados rodaban hacia el inevitable destino que todos conocemos.

Durante la guerra, el papel de la Iglesia fue casi de institución reprimida, dado que los nazis buscaban eliminar cualquier figura que les hiciera competencia en términos de autoridad, por lo que vemos así persecución a miembros del Partido del Centro Católico alemán, arresto de sacerdotes y cierre de institutos y escuelas católicas.

Ante esto, se ve el talante de Pío xii, que siempre optó por la diplomacia. No enfrentó de manera directa a Hitler o al nazismo simplemente porque sabía que poco o nada podía hacer al respecto, e intervenir comportaba el riesgo de que los nazis invadieran la Santa Sede y la saquearan como hicieron –por ejemplo– con los principales museos de los países que conquistaban. Tanto así, que se dice que había redactado como previsión su renuncia al pontificado ante notario por temor a una captura por parte de los nazis34. El historiador Mark Riebling sostiene que al invadir Roma en 1943, los altos mandos alemanes consideraron la posibilidad de tomar el Vaticano y secuestrar al Papa para trasladarlo a Alemania, donde Heinrich Luitpold Himmler35 preparaba su ejecución como acto central de la inauguración de un estadio nuevo36.

¿Apoyó o fue permisivo con el nazismo? No lo creemos, los antecedentes apuntan a lo contrario, incluso desde antes de ser Papa, ya en 1937 contribuye a preparar la encíclica de Pío xi Mit brennender Sorgepublicada el 14 de marzo de ese año y prohibida en Alemania–, en respuesta a la situación de la Iglesia católica en el Reich alemán, en la que en términos muy mesurados pero firmes protestan y advierten sobre los sucesos y dejarían sentado lo que fue el comportamiento de la Iglesia durante el conflicto37:

 

6. […] No nos hemos cansado de hacer ver a los dirigentes, responsables de la suerte de vuestra nación, las consecuencias que se derivan necesariamente de la tolerancia, o peor aún, del favor prestado a aquellas corrientes. A todo hemos recurrido para defender la santidad de la palabra solemnemente dada y la inviolabilidad de los compromisos voluntarios contraídos frente a las teorías y prácticas que, si hubieran llegado a admitirse oficialmente, habrían disipado toda confianza y desvalorizado intrínsecamente toda palabra para lo futuro. Cuando llegue el momento de exponer a los ojos del mundo estos nuestros esfuerzos, todos los hombres de recta intención sabrán dónde han de buscarse los defensores de la paz y dónde sus perturbadores. Todo el que haya conservado en su ánimo un residuo de amor a la verdad, y en su corazón una sombra del sentido de justicia, habrá de admitir que, en los años tan difíciles y llenos de tan graves acontecimientos que siguieron al Concordato, cada una de nuestras palabras y de nuestras acciones tuvo por norma la fidelidad a los acuerdos estipulados. Pero deberá también reconocer con extrañeza y con profunda reprobación cómo por la otra parte se ha erigido en norma ordinaria el desfigurar arbitrariamente los pactos, eludirlos, desvirtuarlos y, finalmente, violarlos más o menos abiertamente.

 

7. La moderación que, a pesar de todo esto, hemos demostrado hasta ahora no nos ha sido sugerida por cálculos de intereses terrenos, ni mucho menos por debilidad, sino simplemente por la voluntad de no arrancar, junto con la cizaña, alguna planta buena; por la decisión de no pronunciar públicamente un juicio mientras los ánimos no estuviesen bien dispuestos para comprender su ineludible necesidad; por la resolución de no negar definitivamente la fidelidad de otros a la palabra empeñada, antes de que el irrefutable lenguaje de la realidad le hubiese arrancado los velos con que se ha sabido y se pretende aún ahora disfrazar, conforme a un plan predeterminado, el ataque contra la Iglesia. Todavía hoy, cuando la lucha abierta contra las escuelas confesionales, tuteladas por el Concordato, y la supresión de la libertad del voto para aquellos que tienen derecho a la educación católica, manifiestan, en un campo particularmente vital para la Iglesia, la trágica gravedad de la situación y la angustia, sin ejemplo, de las conciencias cristianas, la solicitud paternal por el bien de las almas nos aconseja no dejar de considerar las posibilidades, por escasas que sean, que aún puedan subsistir, de una vuelta a la fidelidad de los pactos y una inteligencia que nuestra conciencia pueda admitir. Secundando los ruegos de los reverendísimos miembros del episcopado, en adelante no nos cansaremos de ser el defensor –ante los dirigentes de vuestro pueblo– del derecho conculcado, y ello, sin preocuparnos del éxito o del fracaso inmediato, obedeciendo sólo a nuestra conciencia y a nuestro ministerio pastoral, y no cesaremos de oponernos a una mentalidad que intenta, con abierta u oculta violencia, sofocar el derecho garantizado por solemnes documentos.

 

Miremos el editorial del New York Times del 24 de diciembre de 1941:

 

La voz de Pío xii es una voz solitaria en el silencio y la oscuridad que envuelve Europa esta Navidad […] sus palabras suenan extrañas y crudas en la Europa de hoy […] él es casi el único líder que queda en el continente europeo que se atreve a alzar su voz […] nadie además del Papa es aún capaz de hablar alto en el nombre del Príncipe de la paz […] el Papa se pone a sí mismo en contra del hitlerismo […] no deja duda de que los objetivos nazis son además irreconciliables con su propia concepción de una paz cristiana38. (Itálicas nuestras). (Traducción propia).

 

Y un año exacto después,

 

Cuando un líder […] condena la violenta ocupación del territorio, el exilio y la persecución de los seres humanos por ninguna otra razón que la raza o la opinión política: cuando dice que la gente debe luchar por una paz justa y decente […] es como un veredicto emitido en una alta corte de justicia. (Itálicas nuestras).

 

El Papa Pío expresa tan apasionadamente, como cualquier líder de nuestro lado de la guerra apunta, a la lucha por la libertad cuando dice que aquellos que apuntan a construir un nuevo mundo deben pelear por la libre elección del orden gubernamental y religioso. Deben rehusarse a que el Estado convierta a sus individuos en hordas de las que dispone como si fueran cosas sin vida. (Itálicas nuestras) (Traducción propia)39.

Difícilmente el Papa recibiría un elogio así si se creyera que colaboraba con los nazis, de la misma manera que sería casi imposible la gratitud del pueblo judío víctima del nefasto holocausto, si hubiera participado o sido cómplice de Hitler.

Tal vez las palabras más apropiadas para la actitud de la Iglesia frente al conflicto, son las expresadas por Marcus Melchor, rabino de Dinamarca y sobreviviente del holocausto, que dijo:

 

Si el Papa hubiera hablado, Hitler habría masacrado a muchos más de los seis millones de judíos y quizá a 10 millones de católicos40.

 

O Robert M. W. Kempner, fiscal por Estados Unidos en el juicio de Nürnberg:

 

Cualquier acción de propaganda, inspirada en la Iglesia católica, contra Hitler, habría sido un suicidio y habría llevado a la ejecución de muchos más judíos y cristianos41.

 

Este análisis previo se hizo necesario para poder estudiar sin el velo de duda que se puso sobre el comportamiento de Pío xii, su idea de una posguerra en la que el perdón y la reconciliación jugarían un papel fundamental en una paz duradera.

Ya con el inminente peligro de la guerra ad portas, el Papa dirigió un mensaje radial el 24 de agosto de 1939 en el que advertía

 

Suena nuevamente una hora grave para la gran familia humana; hora de tremendas deliberaciones, de las cuales no puede desentenderse nuestro corazón, no debe desinteresarse nuestra autoridad espiritual, que viene de Dios, para conducir los ánimos por las vías de la justicia y de la paz.


 

[…]

 

Es con la fuerza de la razón y no con la de las armas, como la justicia se abre camino. Y los imperios que no se fundan en la justicia no son bendecidos por Dios. La política emancipada de la moral traiciona a aquellos mismos que así la quieren.
 (Itálicas nuestras).

[…]

 

Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra. Vuelvan los hombres a entenderse. Retomen las negociaciones. Al tratar con buena voluntad y con respeto de los recíprocos derechos se percatarán que a las negociaciones sinceras y diligentes nunca se ha resistido un honorable éxito42. (Itálicas nuestras).

 

Nótese que acá ya se habla del concepto de paz ligado al de justicia y a los recíprocos derechos entre las partes que negocian la paz. Razón por la cual nos parece fundamental rescatar este mensaje para el análisis.

Pocos días después, 31 de agosto, Pío emite un mensaje similar a este, pero ya hace alusión específica a Alemania y Polonia para que evitaran desencadenar la guerra. Al día siguiente, 1.º de septiembre, el ejército alemán invade Polonia con el empleo de su táctica de la Blitzkrieg, el 3, Gran Bretaña y Francia declaran la guerra y el 17, la Unión Soviética invade Polonia por el Este.

 

III. Perdón y reconciliación como

cimientos de una paz duradera

 

El Papa pensaba que la pena como instrumento de obtención de justicia actuaba primero como una medicina y luego como un instrumento de venganza, pero advertía contra el peligro de la sensación de efectividad inmediata del castigo43.

Esto nos hace finalmente traer a colación el caso colombiano. Mucho se habla en estos días en el marco de la firma definitiva del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –farc– acerca del tema de la impunidad. Hay duras críticas al Gobierno por la aparente carencia de penas efectivas de prisión al menos para los cabecillas responsables de actos atroces durante la larga duración del conflicto.

Immanuel Kant bien apunta que “No debe considerarse como válido un tratado de paz que se haya ajustado con la reserva mental de ciertos motivos capaces de provocar en el porvenir otra guerra”44 y lo que en Colombia se ha dado en llamar los “sapos” que el pueblo debe comerse para obtener la paz, evidentemente hace referencia a este concepto. Las largas negociaciones de paz con las farc buscan a través de concesiones obtener el fin último que es terminar con el largo conflicto y ese fin justifica los medios por los cuales se alcanzará.

Dice Diego Valadés:

 

En un proceso de pacificación cuentan muchos factores, porque siempre está precedido por una polarización extrema. Es imposible que en casos así haya unanimidad, pero la tesis menos plausible es la que aboga por el estado de violencia permanente. Conforme a la lógica de que es imposible dejar atrás los efectos de la lucha, ningún conflicto habría terminado nunca45.

 

La actitud de Pío xii sobre los nazis puede ser paralela a la que se percibe en el presidente Juan Manuel Santos Calderón: la pena efectiva como mecanismo de resarcimiento del daño en las víctimas del conflicto armado debe ser subordinada al objetivo de la obtención de una paz duradera. Por eso tal vez es que el Papa hablara de perdón en los momentos claves del juicio de Nürnberg, situación que pudo interpretarse como otra prueba de su supuesta colaboración y protección al nazismo, comportamiento análogo al de Santos Calderón a quien se acusa de “entregar el país” a las farc, por tener una visión más amplia en la que el objetivo final es más importante que cualquier elemento que analizado en forma individual, pueda tildarse de promotor de la impunidad o a favor de las farc.

La realidad puede haber sido que el Papa, testigo directo de los hechos, dentro de su condición de cabeza de la Iglesia católica, haya querido ser ejemplo de uno de los pilares de la doctrina cristiana: el perdón. Es posible que Pío xii razonara que la mejor forma de dejar la conflagración mundial atrás, era lograr el perdón de las víctimas a sus victimarios, para pasar a un período de reconciliación que llevara a una paz duradera. Podría pensarse que este concepto funcionó, dado que han pasado ya más de 70 años desde que finalizó el conflicto con una Europa en paz y bastante unida en términos políticos y económicos.

En la encíclica Communium Interpretes Dolorum del 15 de abril de 1945, dice el Papa:

 

Sabemos que la mente humana, en especial cuando el odio y la rivalidad la han cegado, no puede determinar con facilidad una solución justa y equitativa a los asuntos junto con un acuerdo fraternal […] demasiadas catástrofes y devastaciones se han apilado en una masa temerosa, que muchas lágrimas han sido derramadas, y que demasiada sangre se ha derramado. Por lo tanto, los derechos divinos y humanos demandan inequívocamente que tan espantosa matanza cese tan pronto como sea posible.

 

[…]

 

Debemos buscar una paz verdadera y sincera, que pueda con prontitud terminar este conflicto calamitoso y sangriento.

 

[…]

 

En medio de tanta destrucción y perturbación de los asuntos, mientras muchos todavía permanecen enojados y hostiles entre sí, ciertamente no es fácil alcanzar tal paz. La paz debe atemperarse por la balanza imparcial de la justicia, que abraza en caridad fraterna a todas las gentes y a todas las naciones sin llevar los gérmenes ocultos de la discordia y la contienda […] dejémoslos considerar seriamente y ponderar ante Dios a cualquiera que haya transgredido los límites de justicia y equidad. Si estos asuntos no son resueltos, sera en detrimento tanto de los victoriosos como de los vencidos, desde entonces sus soluciones pueden en sí mismas ser las semillas de guerras futuras46. (Itálicas nuestras) (Traducción propia).

 

Puede inferirse que la idea del Papa era una sola: poner de lado todas las diferencias, odios, sentimientos de venganza, afrentas recibidas y, dentro de los límites de la justicia y la equidad, construir una paz duradera.

Miremos la encíclica Optatissima Pax del 18 de diciembre de 1947, en la que dice:

 

Es necesario que, finalmente, comprendan todos que no se pueden conseguir de nuevo los bienes perdidos, ni conservar los que peligran, mediante las discordias, los tumultos y las matanzas entre hermanos, sino solamente mediante la laboriosa concordia, la mutua comprensión y el trabajo pacífico. Los que con plan premeditado agitan inconsideradamente las multitudes, excitándolas al tumulto, a la sedición y a las injurias a la libertad ajena, sin duda alguna no ayudan a mitigar la indigencia del pueblo, sino que más bien la aumentan, provocando la ruina final, exacerbando el odio e interrumpiendo el curso de las actividades de la vida social. De hecho, las luchas de los partidos “fueron y serán para muchos pueblos una calamidad mayor que la guerra misma, que el hambre y la peste”47. (Itálicas nuestras).

 

Es obvio, sin importar el castigo, las vidas perdidas nunca se recuperarán, los daños materiales serán subsanados con grandes esfuerzos económicos, pero nunca las cosas volverán al estado primero, solo la concordia evitará más pérdida de vidas y la construcción del progreso que todos queremos.

Vamos de nuevo con Kant:

 

El tratado de paz aniquila y borra por completo las causas existentes de futura guerra posible, aun cuando los que negocian la paz no las vislumbren ni sospechen en el momento de las negociaciones; aniquila incluso aquellas que puedan luego descubrirse por medio de hábiles y penetrantes inquisiciones en los documentos archivados48. (Itálicas nuestras).

 

De ahí la sabiduría de los negociadores: lo importante en un tratado de paz no es la vindicta, ni la reparación, ni el castigo a los responsables de crímenes atroces, la columna vertebral de una negociación de paz es aniquilar y borrar las causas que puedan generar una guerra en el futuro, esa es la garantía de una paz perpetua.

Y por paz debemos entender las dos dimensiones bobbianas: la paz interna, que es la que tiene la persona en su conciencia y la paz externa que se da entre individuos o grupos distintos, con lo que sin la primera no puede existir la segunda49. A través del perdón, las víctimas logran la paz de la conciencia, mediante la cual es posible la reconciliación con los individuos o grupos que la perturbaron en primer lugar, alcanzando así la paz externa entre todos.

En la encíclica Gaudium et Spes, el Papa Paulo vi menciona en su Capítulo v, “El fomento de la paz y la promoción de la comunidad de los pueblos” lo siguiente:

 

78. La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia […] El bien común del género humano se rige primariamente por la ley eterna, pero en sus exigencias concretas, durante el transcurso del tiempo, está sometido a continuos cambios; por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima. (Itálicas nuestras).

 

Esto, sin embargo, no basta. Esta paz en la tierra no se puede lograr si no se asegura el bien de las personas y la comunicación espontánea entre los hombres de sus riquezas de orden intelectual y espiritual. Es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar50. (Itálicas nuestras).

 

Resaltamos aquí el constante dominio de sí mismo, con lo que se puede afirmar que una paz duradera no nace de acuerdos, nace de lograr primero que –así como “la agresión nace de fuerzas internas del individuo: endógenas, espontáneas y por ello inevitables”51 (itálicas nuestras)–, cada individuo que compone el grupo perturbado por el conflicto alcance antes y como condición previa la paz interna que, como en forma reiterada venimos arguyendo, tiene su génesis en el perdón más que en la reparación, que puede ser efímera, sobre todo si se concibe solo en términos económicos.

La paz debe concebirse como algo que se puede obtener, no como algo utópico en lo que pidamos ausencia de violencia y a la vez justicia social52, los dos son valores significativos, pero creemos que es más fácil llegar a lo segundo si se tiene lo primero, por lo que la búsqueda de la paz debe promover ambos objetivos53.

Para Baruch Spinoza, la paz debe ser concebida como algo más que la mera ausencia de guerra54. También importante mencionar que para el mismo Spinoza la razón debe imponerse por encima de los afectos (apasionamientos políticos) que deben ser reprimidos en pro de aquella55.

Miremos está proposición de Spinoza:

 

En la medida en que el alma entiende todas las cosas como necesarias, tiene un mayor poder sobre los afectos, o sea, padece menos por causa de ellos56.

 

Podríamos traducirla acá como que en la medida en que se cree conciencia de la necesidad de un país en paz, padeceremos menos con las consideraciones respecto de las cosas que quedarán impunes con la firma de la paz.

Pretender que en las negociaciones de paz se subsane la violencia estructural (“violencia que las instituciones de dominio ejercen sobre los dominados”, p. ej., injusticia social, desigualdad, explotación…57) que sufre Colombia y el resto de América Latina desde la conquista española del siglo xvi, es negar cualquier posibilidad de éxito al proceso, así como asumir una actitud intransigente como la mostrada por la oposición –además, en un evidente punitivismo electoral58– que espera que la contraparte acepte castigos ejemplares que la justicia colombiana por lo general y en casos distintos penaliza con laxitud (baste nombrar todos los procesos de los carteles de cuello blanco y los famosos principios de oportunidad). “Ninguna condena, cualquiera que fuese el púlpito desde el que se pronunciara, ha detenido nunca la guerra”59. Hay que hacer sacrificios para poder obtener lo que Raymond Aron llama una “paz de satisfacción”60, en términos de confianza recíproca sobre la que construir acuerdos. El mismo Aron habló del interés nacional, que debe ser aquel que guíe las acciones del Estado61, por lo que se entiende que el Gobierno Santos piense más en el interés nacional de los resultados a futuro que en la posible impunidad en sucesos concretos y particulares de afectados por el conflicto, que de cualquier modo, igual tratará de resarcir. Heródoto dice “Sería necesario que éstos […] dirimieran sus diferencias haciendo uso […] de cualquier otro medio que con batallas”62. Y Platón asevera que se hace la paz en pie de igualdad cuando están de acuerdo unos con otros en aquellos asuntos en los que difieren63.

Lo que se debe buscar entonces, en palabras de Francisco Fernández Buey, es “un proyecto a largo plazo para la instauración de la paz […] un experimento cuyo éxito no puede quedar nunca enteramente garantizado”64.

Como dice Bobbio, “una vez realizada la paz […] la humanidad no habrá entrado en el paraíso terrenal, sino que tendrá otros problemas que resolver”65, a Colombia se le presentan retos aún más grandes que los que ha enfrentado en los más de 50 años de conflicto, empezando por el tema de la desigualdad entre ricos y pobres o la redistribución de la propiedad de la tierra, que en principio, y antes que la guerrilla perdiera el rumbo de la causa que la creó, era lo que buscaba resolver. Es un momento histórico inmejorable el que se nos presenta, la reconciliación puede lograr que se enfrenten los problemas reales con ánimos e intereses comunes para lograr un país mejor para las generaciones futuras.

Los seres humanos somos mortales, tal y como sucedió con los alemanes que cometieron actos atroces abusando de su fuerza, a más de 70 años de la finalización del conflicto, es posible que no quede uno solo con vida a la fecha, sin importar la causa de la muerte –ejecución o muerte natural–, por lo que podríamos asegurar que en pocas décadas todos los que participaron en el conflicto armado colombiano habrán muerto, y de algún modo la justicia natural o, si se quiere, divina, será la que aplique el castigo, pero haber por fin alcanzado la paz –como sucedió con Europa– se verá reflejado en un país próspero, con instituciones fuertes, con seguridad, equidad, justicia y tranquilidad entre sus habitantes.

Que apropiado para el momento actual el ejemplo de Pío xii, la venganza no es justicia, la pena no restituye las vidas o los bienes perdidos. La medicina pasajera de la vindicta solo genera el resentimiento del castigado con el evidente riesgo de reavivar el conflicto mal terminado, la verdadera medicina para reconstruir el país es el perdón, la reconciliación y la garantía de que, sobre estos últimos, se podrá construir una paz perpetua.

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* Administrador de Empresas del Instituto Peruano de Administración de Empresas –ipae– (Perú), editor académico, profesor de Manual de Estilo en programas de posgrado, conferencista en temas de edición académica y gerencia de editoriales académicas, Director General del Instituto Latinoamericano de Altos Estudios –ilae–, e-mail [antonio.milla@cable.net.co].

Nuevos Paradigmas de las Ciencias Sociales Latinoamericanas

issn 2346-0377 (en línea) vol. VII, n.º 13, enero-junio 2016, Antonio Milla pp. 89 a 116

1 Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli, Roma, 2 de marzo de 1876-Castel Gandolfo, 9 de octubre de 1958, 260 Papa de la Iglesia católica, proclamado el 16 de diciembre de 1929.

2 Yitzhak HaLevi Herzog, יצחק אייזיק הלוי הרצוג, Łomża, Polonia, 3 de diciembre de 1888-25 de julio de 1959).

3 Wadowice, Polonia, 18 de mayo de 1920-Ciudad del Vaticano, 8 de abril de 2005, elegido Papa el 16 de octubre de 1978.

4 En “Pope Pius xii, Vicar of Christ, Servant of God”, disponible en [https://web.archive.org/web/20100316194532/http://www.piusxiipope.info/].

5 Werl, Alemania, 29 de octubre de 1879-Sasbach, Alemania, 2 de mayo de 1969.

6 Achille Damiano Ambrogio Ratti, Desio, Reino de Lombardía-Venecia, 31 de mayo de 1857-Ciudad del Vaticano, 10 de febrero de 1939, 259 Papa de la Iglesia católica, del 6 de febrero de 1922 al 10 de febrero de 1939.

7 Ver el texto en español completo del concordato en [http://webs.advance.com.ar/pfernando/DocsIglCont/ConcordatoIIIReich.html].

8 Braunau am Inn, Austria, 20 de abril de 1869, Berlín, 30 de abril de 1945, Canciller Imperial del 30 de enero de 1933 al 2 de agosto de 1934 y Führer del 2 de agosto de 1934 al 30 de abril de 1945.

9 Tallin, Imperio Ruso, 12 de enero de 1893-Nürnberg, 16 de octubre de 1946.

10 Southsea, Portsmouth, Reino Unido, 9 de septiembre de 1855-Bayreuth, Alemania, 9 de enero de 1927.

11 Erich Hobshaw. Historia del siglo xx, Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 1998, p. 170, disponible en [http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Hobsbawm_HistoriadelSiglo_XX.pdf].

12 Dánzig, Polonia, 16 de octubre de 1927-Lübeck, Alemania, 13 de abril de 2015, Nobel de literatura de 1999.

13 Como lo cita Apología 21. Pío xii, “el Papa de Hitler” ¿Santo o demonio?, disponible en [https://apologia21.com/2013/02/20/pio-xii-el-papa-de-hitler-santo-o-demonio/].

14 Ver el interesante artículo en ídem., donde se citan múltiples testimonios a favor de la teoría de la labor en defensa de los judíos de Pío xii.

15 Ver „Ich war Mitglied der Waffen-SS“, en Frankfurter Allgemeine Zeitung, 11 de agosto de 2006, disponible en [http://www.faz.net/aktuell/gesellschaft/menschen/guenter-grass-enthuellt-ich-war-mitglied-der-waffen-ss-1354882.html].

16 L’Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945, p. 2, citado en Mensaje del Papa Juan Pablo ii con motivo de la publicación de “Nosotros recordamos: Una Reflexión Sobre Al Shoah”, disponible en [http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/documents/rc_pc_chrstuni_doc_16031998_shoah_sp.html].

17 L’Osservatore Romano, 23 de septiembre de 1945, p. 1, en ídem.

18 L’Osservatore Romano, 30 de noviembre de 1945, p. 1, en ídem.

19 En Mensaje del Papa Juan Pablo ii con motivo de la publicación de “Nosotros recordamos…”, cit.

20 Ver “Rabino de Nueva York: Pío xii, ‘justo entre las naciones’”, en Zenit, 22 de febrero de 2001, disponible en [https://es.zenit.org/articles/rabino-de-nueva-york-pio-xii-justo-entre-las-naciones/]. También David G. Dalin. “Pius xii and the Jews”, en The Weekly Standard, 26 de febrero de 2001, disponible en [http://www.weeklystandard.com/pius-xii-and-the-jews/article/1806].

21 Svitavy, República Checa, 28 de abril de 1908-Hildesheim, Alemania, 9 de octubre de 1974.

22 En inglés, The Da Vinci Code, Random House, 2003, llevada al cine con el mismo nombre dirigida por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks y Audrey Tautou.

23 Joseph Aloisius Ratzinger, Marktl am Inn, Baviera, 16 de abril de 1927-, 265 Papa de la Iglesia Católica, del 19 de abril de 2005 hasta su renuncia al solio, el 28 de febrero de 2013.

24 Nikita Serguéievich Jruschov (Никита Сергеевич Хрущёв), Kalínovka, 3 de abril de 1894-Moscú, 11 de septiembre de 1971, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética del 3 de septiembre de 1953 al 14 de octubre de 1964.

25 Ver el simpático artículo de Ion Mihai Pacepa. “Moscow’s Assault on the Vatican. Moscow made corrupting the Church a priority”, en National Review Online, 25 de enero de 2007, disponible en [http://web.archive.org/web/20100115062534/http://article.nationalreview.com/?q=YTUzYmJhMGQ5Y2UxOWUzNDUyNWUwODJiOTEzYjY4NzI=].

26 Edgbaston, Birmingham, 18 de marzo de 1869-Heckfield, Reino Unido, 9 de noviembre de 1940, Primer Ministro entre el 28 de mayo de 1937 y el 10 de mayo de 1940.

27 Pradappio, Italia, 29 de julio de 1883-Giulino, Italia, 28 de abril de 1945, periodista, militar, político y dictador italiano, Primer Ministro con poderes dictatoriales entre 1922 y 1943, pero devuelto al poder como Presidente de la República Social Italiana con ayuda de los nazis del 23 de septiembre de 1943 hasta su derrocamiento y posterior ejecución en 1945.

28 Ahmet Muhtar Zogolli, Castillo de Burgajet, 8 de octubre de 1895-Suresnes, Francia, 9 de abril de 1961, rey de Albania del 1.º de septiembre de 1928 al 7 de abril de 1939.

29 Vittorio Emanuele Ferdinando Gennaro Maria di Savoia-Carignano, Nápoles, 11 de noviembre de 1869-Alejandría, 28 de diciembre de 1947, rey de Italia entre el 29 de julio de 1900 y el 9 de mayo de 1946.

30 Hyde Park, New York, 30 de enero de 1882-Warm Springs, Georgia, 12 de abril de 1945, 32 presidente de Estados Unidos del 4 de marzo de 1933 al 12 de abril de 1945.

31 Todos los fragmentos tomados de “Discurso de Hitler en el Reichstag el 28-4-1939, en respuesta a telegrama de Roosevelt del 14-4-1939”, disponible en [http://www.exordio.com/1939-1945/codex/Documentos/discurso_hitler_28-4_1.html].

32 Casoria, Italia, 2 de marzo de 1877-23 de agosto de 1944.

33 Stahlpakt para los alemanes, Patto d’Acciaio para los italianos, firmado por los ministros de relaciones exteriores de Italia –Galeazzo Ciano– y Alemania –Joachin von Ribbentrop– el 22 de mayo de 1939 en Berlín, acuerdo político y militar con el que dejaron sentadas las bases de la cooperación entre los dos países en caso de guerra.

34 Ver “El Vaticano en la ii Guerra Mundial”, disponible en [http://www.mgar.net/soc/vaticano2.htm].

35 München, 7 de octubre de 1900-Luneburgo, 23 de mayo de 1945,

36 Mark Riebling. Church of spies. The Pope’s secret war against Hitler, Philadelphia, Basic Books, 2015.

37 Disponible en [http://w2.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_14031937_mit-brennender-sorge.html]. Ver acá también a Dan Kurzman. “Hitler’s Plan to Kidnap the Pope”, que acusa a Hitler de planear secuestrar e incluso asesinar al Papa en 1944, abandonando la idea por miedo a perder el apoyo de los italianos. Kurzman vincula además a Pío xii en un intento de derrocamiento de Hitler. Disponible en [https://www.catholicleague.org/hitlers-plan-to-kidnap-the-pope/].

38 Disponible en [https://www.catholicleague.org/the-new-york-times-editorials-praising-pope-pius-xii/].

39 Ídem.

40 Ver “Rabino de Nueva York: Pío xii, “justo entre las naciones”, cit.

41 Ídem.

42 Tomado de Alberto Royo Mejía. “El angustioso grito de Pío xii a favor de la paz”, en Temas de historia de la Iglesia, 2011, disponible en [http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1101061200-el-angustioso-grito-de-pio-xi].

43 Ver Bliceto Blázquez. “La pena de muerte según Santo Tomás y el abolicionismo moderno”, Revista Chilena de Derecho, vol. 10, 1983, p. 296, disponible en [https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2649443].

44 Immanuel Kant. La paz perpetua, Buenos Aires, Biblioteca Virtual Universal, 2003, disponible en [http://www.biblioteca.org.ar/libros/89929.pdf], p. 2.

45 Diego Valadés. “La paz social y las funciones constitucionales del Estado contemporáneo”, en Nuevos Paradigmas de las Ciencias Sociales Latinoamericanas, vol. vi, n.º 12, julio-diciembre de 2015, disponible en [http://www.ilae.edu.co/Publicaciones/revistaelectronica.php], p. 18.

46 Disponible en [http://w2.vatican.va/content/pius-xii/en/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_15041945_communium-interpretes-dolorum.html].

47 Ver en [http://w2.vatican.va/content/pius-xii/es/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_18121947_optatissima-pax.html].

48 Kant. La paz perpetua, cit., p. 2.

49 Norberto Bobbio. El problema de la guerra y las vías de la paz, Barcelona, Gedisa, 2008, pp. 158 y 159.

50 Paulo vi. “Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia y el mundo actual”, Roma, 7 de diciembre de 1965, disponible en [http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html].

51 Robert A. Hinde. Bases biológicas de la conducta social humana, México D. F., Siglo xxi, 1977, p. 272.

52 Johan Galtung. “Violence, Peace and Peace Research”, en Journal of Peace Research, vol. 6, n.º 3, 1969, disponible en [http://www2.kobe-u.ac.jp/~alexroni/IPD%202015%20readings/IPD%202015_7/Galtung_Violence,%20Peace,%20and%20Peace%20Research.pdf], p. 185.

53 Ibíd., p. 186.

54 Iñaki Aguirre Zabala. Raymond Aron y la Teoría de las relaciones internacionales, t. i, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1993, disponible en [http://eprints.ucm.es/4109/1/S1011101.pdf], p. 18, nota 35.

55 Baruch Spinoza. Ética, Vidal Peña (trad.), Madrid, Alianza, 2001, pp. 383 y ss.

56 Ibíd., p. 392.

57 Bobbio. El problema de la guerra y las vías de la paz, Barcelona, cit., p. 167.

58 Sobre la materia y para entender a lo que nos referimos, ver Rafael Velandia Montes. La punitividad electoral en las políticas penales contemporáneas, Bogotá, Instituto Latinoamericano de Altos Estudios –ilae–, 2015, disponible en [http://www.ilae.edu.co/Publicaciones/libroselectronicos.php].

59 Bobbio. El problema de la guerra y las vías de la paz, Barcelona, cit., p. 191.

60 Ibíd., p. 176.

61 Ver aquí el interesante artículo de Marcela Donadío. “Raymond Aron: un hombre entre dos mundos, o la búsqueda de la comprensión del escenario mundial”, en Colección, año ix, n.º 14, disponible en [https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2328995.pdf], p. 136.

62 Heródoto, citado por Ramón García Fernández. “Sobre el concepto de paz”, El Catoblepas, n.º 18, agosto de 2003, disponible en [http://www.nodulo.org/ec/2003/n018p12.htm].

63 Platón, citado por ídem.

64 Francisco Fernández Buey. “Puntos de vista sobre la guerra y la paz”, en curso Ética y filosofía política (A), Barcelona, Universidad Pompeu Fabra, 2008, disponible en [https://www.upf.edu/materials/polietica/_pdf/paupuntosdevista.pdf], p. 3.

65 Bobbio. El problema de la guerra y las vías de la paz, cit., p. 168.